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Dos genios
Dos genios

01/DEC/2021
01/DEC/2021

 

Pedro Meseguer

            En su novela La vuelta al mundo en 80 días, el prolífico Verne daba buena muestra de sus conocimientos geográficos y del estado de los transportes en la segunda mitad del siglo XIX. Un amigo de Phileas Fogg, el gentleman protagonista, afirmaba que «…la Tierra ha disminuido, se recorre hoy diez veces más deprisa que hace cien años…». Fogg partió para aquel viaje, que consiguió terminar en 79 días, y le ofreció una oportunidad de plata a Verne para ilustrar los efectos de viajar en el sentido del giro de la Tierra.

            Dos personas que contribuyeron decisivamente a esa reducción terrestre son los protagonistas de la novela La medición del mundo, de Daniel Kehlman, publicada en alemán en 2005 (hay una traducción posterior al castellano). La acción se sitúa casi un siglo antes de la novela de Verne. Entonces, Alexander von Humboldt, explorador, naturalista y geógrafo, emprendía el primero de sus viajes; principalmente transitó por Europa y América, aunque también realizó una expedición más allá de los Urales. Tras su regreso, publicó decenas de tomos con minuciosas descripciones de sus exploraciones. El otro protagonista de la obra es Carl Friederich Gauss, matemático, astrónomo y físico; realizó tales contribuciones que es conocido por el sobrenombre de El príncipe de los matemáticos. El libro se centra en la vida de esos dos genios, conectados por sus ansias y sus diferentes estilos de medir. Alemanes, contemporáneos, se encontraron en 1828, en una conferencia que organizó Humboldt en Berlín a la que invitó a Gauss —es un hecho que este asistió y se alojó en casa del primero—. El viaje de ida de Gauss a esa conferencia ocupa el primer capítulo del libro. A partir de ahí, el autor retrocede hasta la infancia de los dos hombres y desarrolla sus vidas hacia adelante, en capítulos alternos. Así conocemos la vida infantil y buena parte de la vida adulta de ambos genios en los dos primeros tercios del libro. El último tercio gira en torno a la visita de Gauss al congreso de Humboldt, en donde se precipitan unos acontecimientos que no desvelaré.

            Desde el punto de vista científico, el texto está trufado de referencias a las contribuciones de esos hombres de genio a sus respectivas disciplinas. Vemos a Gauss enfrascado en calcular las órbitas de astros del Sistema Solar, sometidos a las perturbaciones de cuerpos celestes cercanos —incluso se ficciona la noche de bodas con su primera mujer, en donde Gauss sale de la cama para apuntar una idea sobre las perturbaciones de la Luna antes de que se le olvide—. El matemático también se dedica a los números primos y su distribución, a las funciones esféricas o a la estadística —la curva gausiana está en la mente del científico lector, pero nunca aparece—. Por otro lado, Humboldt se muestra completamente dedicado a sus expediciones, concienzudamente llevadas a cabo, siempre midiendo alturas o temperaturas. Consigue animales, plantas, piedras, todo le interesa y de todo encuentra muestras para mandar a Europa. No evita obstáculos; por ejemplo, busca el canal que comunica el Orinoco con el Amazonas, a pesar de las enormes dificultades que implica, espoleado por la exploración anterior de Lope de Aguirre que enloqueció en el trayecto; asciende a grandes montañas —durante años fue el hombre que había alcanzado mayor altura, tras su ascensión al Chimborazo— y sube a volcanes —coronó el Teide en su visita a Tenerife—.

            Literariamente, el libro presenta una estructura bien conocida, aunque no por ello menos eficaz. Empieza “in media res” (como la misma Odisea de Homero), y continua con flashbacks que permiten el desarrollo cronológico de las vidas de sus protagonistas, hasta que convergen en Berlín en 1828, en la conferencia de Humboldt. En los diálogos, sorprende el escaso uso del estilo directo[1] frente al estilo indirecto[2]. Una hipótesis es que el autor reserve el estilo directo para ciertos diálogos especialmente relevantes, con el objetivo de que impacte más en la persona que lee. Sin embargo, el estilo indirecto es débil y su abuso termina induciendo una sensación de monotonía.

            Un episodio muy relevante es cuando un Gauss niño suma los números del 1 al 100, con una implícita referencia a la suma de los n primeros términos de una progresión aritmética. Este suceso verídico marcó a Gauss como “niño prodigio”, y facilitó su acceso a una educación superior mediante becas. El otro protagonista provenía de la alta burguesía prusiana y no tuvo dificultades para acceder a una educación de calidad. Frente a las esporádicas aventuras eróticas de su compañero de expedición, Humboldt muestra una indiferencia que unida al episodio de la chica que le manda el gobernador, hace pensar en una persona asexual. Por el contrario, Gauss se casa en dos ocasiones, tiene relaciones con prostitutas y piensa a menudo en clave erótica (cuando está agobiado en la recepción del congreso de Humboldt, se consuela con la imagen de una joven escotada).

            Un tema controvertido es la fidelidad histórica de la novela: alguna reseña presenta detalles documentados que no casan con la narración. Se olvida que una novela es una obra de ficción, aunque esté basada en hechos reales, y el autor goza de libertad para ficcionar. Pero, por otro lado, también es responsable de la imagen que ofrece de los nombres que emplea (no habla de oscuros ayudantes, sino de nombres bien conocidos del mundo científico; se aprovecha del interés que esos nombres suscitan en la persona que lee). La resolución adecuada de la tensión entre esos dos polos es clave en la aceptación general de un texto de ficción con un fondo histórico. En este sentido, la valoración general de la obra es positiva, aunque son comprensibles las reticencias sobre la figura de un Gauss gruñón y un tanto asocial que se desprende del texto. El personaje de Humboldt, por el contrario, queda enaltecido como un explorador concienzudo y exigente, que no evita peligros, capaz de llevar a cabo expediciones increíbles que contribuyeron a la mejor comprensión de ese mundo en proceso de reducción.

 

[1] Cuando un personaje habla directamente; por ejemplo: “No te quiero —respondió María.”

[2] Cuando la voz narradora refrasea lo que ha dicho un personaje; por ejemplo: “María respondió que no lo quería.”

Pedro Meseguer

            En su novela La vuelta al mundo en 80 días, el prolífico Verne daba buena muestra de sus conocimientos geográficos y del estado de los transportes en la segunda mitad del siglo XIX. Un amigo de Phileas Fogg, el gentleman protagonista, afirmaba que «…la Tierra ha disminuido, se recorre hoy diez veces más deprisa que hace cien años…». Fogg partió para aquel viaje, que consiguió terminar en 79 días, y le ofreció una oportunidad de plata a Verne para ilustrar los efectos de viajar en el sentido del giro de la Tierra.

            Dos personas que contribuyeron decisivamente a esa reducción terrestre son los protagonistas de la novela La medición del mundo, de Daniel Kehlman, publicada en alemán en 2005 (hay una traducción posterior al castellano). La acción se sitúa casi un siglo antes de la novela de Verne. Entonces, Alexander von Humboldt, explorador, naturalista y geógrafo, emprendía el primero de sus viajes; principalmente transitó por Europa y América, aunque también realizó una expedición más allá de los Urales. Tras su regreso, publicó decenas de tomos con minuciosas descripciones de sus exploraciones. El otro protagonista de la obra es Carl Friederich Gauss, matemático, astrónomo y físico; realizó tales contribuciones que es conocido por el sobrenombre de El príncipe de los matemáticos. El libro se centra en la vida de esos dos genios, conectados por sus ansias y sus diferentes estilos de medir. Alemanes, contemporáneos, se encontraron en 1828, en una conferencia que organizó Humboldt en Berlín a la que invitó a Gauss —es un hecho que este asistió y se alojó en casa del primero—. El viaje de ida de Gauss a esa conferencia ocupa el primer capítulo del libro. A partir de ahí, el autor retrocede hasta la infancia de los dos hombres y desarrolla sus vidas hacia adelante, en capítulos alternos. Así conocemos la vida infantil y buena parte de la vida adulta de ambos genios en los dos primeros tercios del libro. El último tercio gira en torno a la visita de Gauss al congreso de Humboldt, en donde se precipitan unos acontecimientos que no desvelaré.

            Desde el punto de vista científico, el texto está trufado de referencias a las contribuciones de esos hombres de genio a sus respectivas disciplinas. Vemos a Gauss enfrascado en calcular las órbitas de astros del Sistema Solar, sometidos a las perturbaciones de cuerpos celestes cercanos —incluso se ficciona la noche de bodas con su primera mujer, en donde Gauss sale de la cama para apuntar una idea sobre las perturbaciones de la Luna antes de que se le olvide—. El matemático también se dedica a los números primos y su distribución, a las funciones esféricas o a la estadística —la curva gausiana está en la mente del científico lector, pero nunca aparece—. Por otro lado, Humboldt se muestra completamente dedicado a sus expediciones, concienzudamente llevadas a cabo, siempre midiendo alturas o temperaturas. Consigue animales, plantas, piedras, todo le interesa y de todo encuentra muestras para mandar a Europa. No evita obstáculos; por ejemplo, busca el canal que comunica el Orinoco con el Amazonas, a pesar de las enormes dificultades que implica, espoleado por la exploración anterior de Lope de Aguirre que enloqueció en el trayecto; asciende a grandes montañas —durante años fue el hombre que había alcanzado mayor altura, tras su ascensión al Chimborazo— y sube a volcanes —coronó el Teide en su visita a Tenerife—.

            Literariamente, el libro presenta una estructura bien conocida, aunque no por ello menos eficaz. Empieza “in media res” (como la misma Odisea de Homero), y continua con flashbacks que permiten el desarrollo cronológico de las vidas de sus protagonistas, hasta que convergen en Berlín en 1828, en la conferencia de Humboldt. En los diálogos, sorprende el escaso uso del estilo directo[1] frente al estilo indirecto[2]. Una hipótesis es que el autor reserve el estilo directo para ciertos diálogos especialmente relevantes, con el objetivo de que impacte más en la persona que lee. Sin embargo, el estilo indirecto es débil y su abuso termina induciendo una sensación de monotonía.

            Un episodio muy relevante es cuando un Gauss niño suma los números del 1 al 100, con una implícita referencia a la suma de los n primeros términos de una progresión aritmética. Este suceso verídico marcó a Gauss como “niño prodigio”, y facilitó su acceso a una educación superior mediante becas. El otro protagonista provenía de la alta burguesía prusiana y no tuvo dificultades para acceder a una educación de calidad. Frente a las esporádicas aventuras eróticas de su compañero de expedición, Humboldt muestra una indiferencia que unida al episodio de la chica que le manda el gobernador, hace pensar en una persona asexual. Por el contrario, Gauss se casa en dos ocasiones, tiene relaciones con prostitutas y piensa a menudo en clave erótica (cuando está agobiado en la recepción del congreso de Humboldt, se consuela con la imagen de una joven escotada).

            Un tema controvertido es la fidelidad histórica de la novela: alguna reseña presenta detalles documentados que no casan con la narración. Se olvida que una novela es una obra de ficción, aunque esté basada en hechos reales, y el autor goza de libertad para ficcionar. Pero, por otro lado, también es responsable de la imagen que ofrece de los nombres que emplea (no habla de oscuros ayudantes, sino de nombres bien conocidos del mundo científico; se aprovecha del interés que esos nombres suscitan en la persona que lee). La resolución adecuada de la tensión entre esos dos polos es clave en la aceptación general de un texto de ficción con un fondo histórico. En este sentido, la valoración general de la obra es positiva, aunque son comprensibles las reticencias sobre la figura de un Gauss gruñón y un tanto asocial que se desprende del texto. El personaje de Humboldt, por el contrario, queda enaltecido como un explorador concienzudo y exigente, que no evita peligros, capaz de llevar a cabo expediciones increíbles que contribuyeron a la mejor comprensión de ese mundo en proceso de reducción.

 

[1] Cuando un personaje habla directamente; por ejemplo: “No te quiero —respondió María.”

[2] Cuando la voz narradora refrasea lo que ha dicho un personaje; por ejemplo: “María respondió que no lo quería.”

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