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Servet, Harvey y Nafis
Servet, Harvey y Nafis

08/JUN/2023
08/JUN/2023

 

Pedro Meseguer

Olga Tokarczuk, la escritora polaca premiada con el Nobel de Literatura 2018, en su libro Los errantes afirma: «La nueva era comenzó en 1543 [...] cuando aparecieron […] De revolutionibus orbitum coelestium de Copérnico y […] De humanis corporis fabrica de Vesalio. Naturalmente, estos libros no lo contenían todo […] Sin embargo, los mapas del mundo, tanto el exterior como en interior, ya estaban trazados». Posiblemente, para completar la carta detallada del cuerpo humano, pocos descubrimientos fueron tan importantes como la circulación de la sangre y el papel del corazón. Y diez años después de la fecha citada, se produjo una contribución muy relevante para la medicina moderna.

            Vayamos por pasos. En la antigüedad, según la teoría de Galeno (129-201/216) —médico del emperador romano Marco Aurelio— había dos tipos de sangre: la granate oscura que provenía del hígado y la roja brillante con origen en el corazón. Fue Miguel Servet (1509-1553), un teólogo y médico aragonés, el que reveló el circuito pulmonar de la circulación de la sangre, por lo que se trataba del mismo fluido, antes o después de pasar por los pulmones (o, lo que hoy sabemos es equivalente, portadora de anhídrido carbónico o de oxígeno). En aquel tiempo, las cuestiones de ciencia estaban entretejidas con interpretaciones religiosas. Servet defendía ciertas posturas teológicas y adujo razones médicas para darles soporte. Por esa razón, la descripción del circuito pulmonar sanguíneo apareció en un libro teológico, Christianismi restitutio, que fue considerado herético por la Inquisición en Vienne (Francia) y su autor condenado a la hoguera in absentia. También fue muy mal visto por el protestante Calvino (1509-1564), quien atrapó a Servet en Ginebra y lo sometió a juicio. Considerado culpable, Servet fue quemado vivo en octubre de 1553[1]. Muchas copias de su libro también fueron quemadas al poco de su publicación, por lo que la teoría de la circulación pulmonar de la sangre se olvidó.

            Setenta y cinco años más tarde, el médico inglés William Harvey (1578-1657) publicó un libro titulado Exercitatio Anatomica de Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus. En él, Harvey estableció con todo detalle la circulación de la sangre —los dos circuitos: el mayor y el pulmonar— y la función del corazón como bomba impulsora. Su formación en la universidad de Padua (Italia), por la que habían pasado grandes profesores como en propio Vesalio, fue determinante en su trayectoria posterior[2]. Harvey se basó en autopsias y en vivisecciones de animales para alcanzar esta conclusión innovadora. Para dar solidez a sus propuestas, calculó el volumen de sangre que sería necesario según el modelo de Galeno, en el que ese fluido era “consumido” por los tejidos, y obtuvo una cantidad enorme, imposible de ser creada por el cuerpo.  Aunque Harvey no tuvo el trágico final de Servet, sus ideas fueron desacreditadas y puestas en entredicho. Solo tras varias décadas se comenzaron a aceptar de forma mayoritaria.

            Aquí se acaba la historia europea sobre este asunto. Pero buscando en la web he encontrado una información extra muy interesante. Hace exactamente 99 años, un médico egipcio que preparaba su tesis doctoral en Alemania encontró una obra en árabe titulada Comentario de la anatomía del canon de Avicena. Y en ese libro apareció una original y detallada descripción de la circulación pulmonar[3]. El autor era Ibn Al-Nafis (1210-1288), un médico famoso nacido en Damasco que vivió en Egipto durante el siglo XIII. Era un hombre de gran inteligencia, muy dedicado a su ocupación: ejerció como jefe médico en varios hospitales de El Cairo, además de ser el médico personal del sultán, y fue el autor de varios libros. De él se cuentan anécdotas singulares —su sagacidad para el estudio y la investigación, o su capacidad para escribir tratados de memoria—.

            ¿Por qué ese valioso conocimiento, ya disponible en el siglo XIII, se perdió? No he encontrado una respuesta concluyente, posiblemente la invasión de los mongoles que destruyeron Bagdad en 1258 —esa ciudad era un importante centro cultural del Islam— tuvo parte de responsabilidad. Lo cierto es que la circulación pulmonar se descubrió en el siglo XIII y se olvidó, se redescubrió en el siglo XVI y se volvió a olvidar, y solo a la tercera vez de ser conocida, en el siglo XVII, pasó a ser recordada. Y no deja de ser sorprendente la resistencia que los galenos opusieron en su momento a ese nuevo conocimiento, que proporcionaba una explicación plausible a los experimentos realizados por Harvey. A veces, en los seres humanos, los hábitos arraigados y la fuerza de la costumbre se obstinan pertinaces, y resultan más permanentes que la atracción de la gravedad.

 

[1] Este cruel final se debió a que las posturas teológicas de Servet —negaba la Trinidad y estaba en contra del bautismo de los niños— eran opuestas a las de Calvino. Fue el propio Servet quien mandó una versión preliminar de su libro —que fue publicado bajo pseudónimo a comienzos de 1553— a Calvino. Huyendo de la Inquisición de Vienne (Francia), entró de incógnito en Ginebra donde fue apresado. Los detalles de esta fuga con desenlace trágico se pueden consultar en Wikipedia.

[2] La influencia de su maestro directo Fabricius, que había descubierto las válvulas venosas, es patente en sus resultados.

[3] La historia de este hallazgo es ilustrativa del desconocimiento sobre obras científicas no occidentales.

Pedro Meseguer

Olga Tokarczuk, la escritora polaca premiada con el Nobel de Literatura 2018, en su libro Los errantes afirma: «La nueva era comenzó en 1543 [...] cuando aparecieron […] De revolutionibus orbitum coelestium de Copérnico y […] De humanis corporis fabrica de Vesalio. Naturalmente, estos libros no lo contenían todo […] Sin embargo, los mapas del mundo, tanto el exterior como en interior, ya estaban trazados». Posiblemente, para completar la carta detallada del cuerpo humano, pocos descubrimientos fueron tan importantes como la circulación de la sangre y el papel del corazón. Y diez años después de la fecha citada, se produjo una contribución muy relevante para la medicina moderna.

            Vayamos por pasos. En la antigüedad, según la teoría de Galeno (129-201/216) —médico del emperador romano Marco Aurelio— había dos tipos de sangre: la granate oscura que provenía del hígado y la roja brillante con origen en el corazón. Fue Miguel Servet (1509-1553), un teólogo y médico aragonés, el que reveló el circuito pulmonar de la circulación de la sangre, por lo que se trataba del mismo fluido, antes o después de pasar por los pulmones (o, lo que hoy sabemos es equivalente, portadora de anhídrido carbónico o de oxígeno). En aquel tiempo, las cuestiones de ciencia estaban entretejidas con interpretaciones religiosas. Servet defendía ciertas posturas teológicas y adujo razones médicas para darles soporte. Por esa razón, la descripción del circuito pulmonar sanguíneo apareció en un libro teológico, Christianismi restitutio, que fue considerado herético por la Inquisición en Vienne (Francia) y su autor condenado a la hoguera in absentia. También fue muy mal visto por el protestante Calvino (1509-1564), quien atrapó a Servet en Ginebra y lo sometió a juicio. Considerado culpable, Servet fue quemado vivo en octubre de 1553[1]. Muchas copias de su libro también fueron quemadas al poco de su publicación, por lo que la teoría de la circulación pulmonar de la sangre se olvidó.

            Setenta y cinco años más tarde, el médico inglés William Harvey (1578-1657) publicó un libro titulado Exercitatio Anatomica de Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus. En él, Harvey estableció con todo detalle la circulación de la sangre —los dos circuitos: el mayor y el pulmonar— y la función del corazón como bomba impulsora. Su formación en la universidad de Padua (Italia), por la que habían pasado grandes profesores como en propio Vesalio, fue determinante en su trayectoria posterior[2]. Harvey se basó en autopsias y en vivisecciones de animales para alcanzar esta conclusión innovadora. Para dar solidez a sus propuestas, calculó el volumen de sangre que sería necesario según el modelo de Galeno, en el que ese fluido era “consumido” por los tejidos, y obtuvo una cantidad enorme, imposible de ser creada por el cuerpo.  Aunque Harvey no tuvo el trágico final de Servet, sus ideas fueron desacreditadas y puestas en entredicho. Solo tras varias décadas se comenzaron a aceptar de forma mayoritaria.

            Aquí se acaba la historia europea sobre este asunto. Pero buscando en la web he encontrado una información extra muy interesante. Hace exactamente 99 años, un médico egipcio que preparaba su tesis doctoral en Alemania encontró una obra en árabe titulada Comentario de la anatomía del canon de Avicena. Y en ese libro apareció una original y detallada descripción de la circulación pulmonar[3]. El autor era Ibn Al-Nafis (1210-1288), un médico famoso nacido en Damasco que vivió en Egipto durante el siglo XIII. Era un hombre de gran inteligencia, muy dedicado a su ocupación: ejerció como jefe médico en varios hospitales de El Cairo, además de ser el médico personal del sultán, y fue el autor de varios libros. De él se cuentan anécdotas singulares —su sagacidad para el estudio y la investigación, o su capacidad para escribir tratados de memoria—.

            ¿Por qué ese valioso conocimiento, ya disponible en el siglo XIII, se perdió? No he encontrado una respuesta concluyente, posiblemente la invasión de los mongoles que destruyeron Bagdad en 1258 —esa ciudad era un importante centro cultural del Islam— tuvo parte de responsabilidad. Lo cierto es que la circulación pulmonar se descubrió en el siglo XIII y se olvidó, se redescubrió en el siglo XVI y se volvió a olvidar, y solo a la tercera vez de ser conocida, en el siglo XVII, pasó a ser recordada. Y no deja de ser sorprendente la resistencia que los galenos opusieron en su momento a ese nuevo conocimiento, que proporcionaba una explicación plausible a los experimentos realizados por Harvey. A veces, en los seres humanos, los hábitos arraigados y la fuerza de la costumbre se obstinan pertinaces, y resultan más permanentes que la atracción de la gravedad.

 

[1] Este cruel final se debió a que las posturas teológicas de Servet —negaba la Trinidad y estaba en contra del bautismo de los niños— eran opuestas a las de Calvino. Fue el propio Servet quien mandó una versión preliminar de su libro —que fue publicado bajo pseudónimo a comienzos de 1553— a Calvino. Huyendo de la Inquisición de Vienne (Francia), entró de incógnito en Ginebra donde fue apresado. Los detalles de esta fuga con desenlace trágico se pueden consultar en Wikipedia.

[2] La influencia de su maestro directo Fabricius, que había descubierto las válvulas venosas, es patente en sus resultados.

[3] La historia de este hallazgo es ilustrativa del desconocimiento sobre obras científicas no occidentales.

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